viernes, 23 de mayo de 2008

Entrevista a Paulo Freire

Paulo Freire es un intelectual que como él dice, no tiene miedo de ser amoroso, ama a las gentes y el mundo y es por ese amor por el que lucha para que la justicia social se implante antes que la caridad, por ello dijo: “Yo quisiera morir dejando un mensaje de lucha”.

- Paulo, quisiera que habláramos hoy sobre los educadores, su situación, su formación, sus perspectivas. De forma general que podría decirnos acerca de esto.
- En primer lugar, hay que decir que en la historia de la educación y la política hay un descuido total de la educación, una falta de respeto que espanta, que duele. Al mismo tiempo, en el discurso de los candidatos políticos hay siempre un lugar especial para la educación. Ellos siempre aseguran que la educación y la salud, en su gobierno o en su análisis de la problemática, constituyen una prioridad. Sucede, no obstante, que la práctica posterior del elegido resulta absolutamente contraria al discurso. Lo que observamos es que el profesorado, sobre todo en tiempos recientes, comienza a querer tomar su carro en sus propias manos. Siempre que protesta, que se reúne, moviliza, organiza y hace huelga, el poder habla y dice: "En realidad, reconocemos que los profesores tienen razón, que ganan muy poco. Pero no tenemos dinero", pero lo que requerimos saber es si la educación es o no es una prioridad. Si es una prioridad, la prioridad se manifiesta con presupuesto, con dinero. Hablar del discurso de la prioridad sin tener en cuenta cómo se constituye la prioridad, es una mentira, es traición al concepto mismo de prioridad.

- Un argumento corriente hoy en día para no aumentar los salarios docentes es que los salarios, por sí solos, no mejoran la enseñanza, es decir, el desempeño del profesor en el aula de clase. ¿Usted que opina?
- Yo tengo una respuesta muy fácil para eso. El salario solo no hace milagros. Pero sin un salario decente no es posible comenzar nada. Un municipio como Maceió, donde las profesoras ganan 10 reales por mes. En Sao Paulo se está pagando entre 130 y 187 reales. ¡Es un absurdo! Evidentemente, el salario sólo no es señal de competencia pedagógica y política del magisterio. Pero un buen Secretario de Educación no puede impulsar la formación permanente del magisterio si los profesores no tienen dinero ni siquiera para comprar el periódico, mucho menos un libro. Una mujer que sale de su casa afligida con su problemática familiar, consciente de que los salarios de ella y de su marido no alcanzan para hacer frente razonablemente a las dificultades, esa mujer, por maravillosa que sea, no puede ser una buena educadora.

- ¿Cuál es el complemento de un buen salario?
- Primero, se requiere un salario mínimamente decente. Segundo, un respeto real a la tarea del magisterio. La educación y los educadores tienen que ser respetados: respeto personal, trato cortés, decente, serio. En tercer lugar, la organización política del magisterio debe tener como una de sus tareas la formación permanente de los profesores. El poder público debe por un lado estimular y por otro ayudar a las organizaciones del profesorado para que cumplan el deber de la formación permanente.

- ¿Qué más se requiere para ser un buen educador o una buena educadora?
- Si la educación es realmente una prioridad, entonces hay que conseguir el dinero para que los profesores, en su casa o en la escuela, tengan horas para estudiar dentro de la jornada de trabajo. Los cursos de formación permanente deben ser pagados. El magisterio tiene que recibir su salario sin descuentos. La comprensión que el poder público tiene del trabajo del magisterio debe incluir las horas en que el profesorado está preparándose para ser mejor profesor.

- ¿Cuál es nuestra comprensión político-ideológica de nuestro rol como educadores frente a los educandos?
- No cabe duda que si hacemos esta pregunta a un educador autoritario, el responderá diciendo que el rol del educador es el rol del que sabe y debe, por lo tanto, enseñar a quienes no saben. Tanto el Paulo Freire de ayer como el de hoy se oponen firmemente a esta posición. Para mi, obviamente, toda educación es directiva. No existe educación no directiva, por que la propia naturaleza de la educación implica directividad. Pero, no siendo neutro el educador, siendo directivo en su rol de educador, esto no significa que deba manipular al educando en nombre del contenido que el educador ya sabe a priori, es decir, a priori desde el punto de vista del educando. Es decir, una posición según la cual, en nombre del respeto a la capacidad de pensar y a la capacidad crítica de los educandos, se deja a los educandos librados a ellos mismos, se deja a las masas populares libradas a ellas mismas.

- Es generalizada hoy la crítica a las organizaciones docentes en el sentido de que están centradas en el reclamo por los salarios, descuidando otros aspectos de la valorización y la profesionalización de los educadores. ¿Qué opinión tiene al respecto?
- Bien, yo también haría esa crítica. Pero la haría sólo después de que el magisterio tuviese asegurados todos esos derechos y continuase no queriendo luchar por mejores condiciones de trabajo. Cuando el gobierno dice: "Es claro que el profesor tiene derecho de ganar más, pero no tenemos dinero", eso es hipocresía, eso es mentira. Si se da la situación de que, teniendo tiempo remunerado para estudiar y contando con una formación permanente pagada por el Estado o por el Municipio, los profesores se niegan a dar clases, esto debe ser sancionado.

- Debido a la desatención de los docentes hacia los educandos, también encontramos la educación popular ¿Paulo Freire como concibe la educación popular?
- Hay una prolongación entre el Paulo Freire de ayer y el de hoy. Ayer, Paulo Freire entendía la educación popular como n esfuerzo de las clases populares, un esfuerzo a favor de la movilización popular o un esfuerzo incluso dentro del propio proceso de movilización y organización popular con miras a la transformación de la sociedad. Ahora para el Paulo Freire de hoy, la educación popular se plantea como un esfuerzo en el sentido de la movilización y de la organización de las clases populares con vistas a la creación de un poder popular.

- ¿Cómo define educación popular a priori?
- La educación no es un a priori de la historia, ella se constituye históricamente. La educación aparece mucho tiempo después que los grupos se organizaran para sobrevivir. La educación sistemática se constituye para reproducir el poder en el poder. Esta es la historia de la educación.

- ¿Cómo empezar a resolver el conflicto entre padres de familia y profesores, que tienden a percibirse unos a otros como bandos opuestos antes que como aliados en el campo educativo?
- Ésta es una cuestión ideológica. Yo encuentro que el enfrentamiento entre familias y profesores existe sobre todo en las áreas proletarias, en las áreas pobres de las ciudades, donde la clientela escolar es la clase trabajadora o la clase media baja. He participado en reuniones de padres de familia y profesores en algunas escuelas particulares ubicadas en zonas ricas y no encontré nada de esto. La certeza que tengo es que hay un trasfondo ideológico elitista que funciona en la cabeza, o en el cuerpo, del profesor. En los cursos de formación del magisterio no se discute la cuestión de la ideología, la relación entre ideología y educación, el tema de cómo la ideología nos ciega, nos vuelve miopes y vuelve opaca la realidad. Entonces, se ha metido en la cabeza de los profesores, incluso de aquellos que comparten la misma condición de clase, que las familias llamadas pobres son incompetentes.

- No obstante, hay problemas y contradicciones reales que cruzan a todos los sectores sociales. Por ejemplo, el tema de la presencia o la ausencia de los profesores. Los padres de familia exigen que los profesores estén presentes, que den clases. Los profesores, por su lado, y sobre todo dadas las condiciones actuales, faltan, se ausentan, hacen huelga. ¿Qué opina al respecto?
- Exacto. Ahí tienes un problema que afecta a las familias independientemente del corte de clase. Las huelgas, por ejemplo, de las que se valen los profesores para defender su situación, afectan tanto a las familias de buen nivel de vida como a la familia proletaria. Los profesores acusados de que no estaban cumpliendo con su tarea fundamental que era enseñar, dar clases respondieron alguna vez en forma fantástica: "No, eso no es cierto. Nosotros no dejamos de enseñar en ningún momento. Nosotros estamos enseñando lo que significa la lucha democrática". Los padres de familia no entendieron aún esa lucha, en lugar de ponerse en contra de los profesores, los padres de familia deben reaccionar contra el Estado y luchar en favor de los profesores, hermanarse con ellos.

- Las huelgas y paros docentes se han multiplicado en los últimos años en todo el mundo, y sobre todo en América Latina, pero ya no resuelven los problemas de los educadores. ¿Qué conclusión saca al respecto?
- Esa es una pregunta fundamental que deberíamos hacernos todos desde una perspectiva progresista. En el mundo actual, donde la globalización de la economía es uno de los momentos fundamentales de la llamada post-modernidad, las multinacionales pueden hoy, por ejemplo, con enorme facilidad, desplazar el centro de producción de un determinado producto de América del Sur hacia el Asia, en cuestión de 15 días. Y pueden, de ese modo, vaciar la lucha, vaciar la huelga de obreros involucrados en la producción de ese producto. La huelga hoy en día ya no es eficiente como vía de lucha, y necesitamos buscar un substituto. Una de mis discrepancias vehementes con los analistas llamados post-modernos, sean filósofos o sociólogos, es que ellos, haciendo un análisis muy correcto de la situación concreta, concluyen en la imposibilidad de cambiar. Yo hago el mismo análisis...! y concluyo en la necesidad de continuar luchando! Es decir, la diferencia entre ellos y yo es que yo no acepto de ninguna manera renunciar a la lucha. Y, por eso, no caigo en el fatalismo que carga el neoliberalismo en su discurso. Yo no creo que la lucha sea inviable. Lo que constato es que la lucha a la antigua no va más. Hubo varias luchas en las que el magisterio terminó cansado, exhausto, y sin conquistar casi nada. Y entonces regresa decepcionado a las escuelas. Desde mi postura y de mi posición, convidaría al magisterio y a sus dirigentes a re-examinar las tácticas de lucha. No para abandonarla. Yo sería la última voz en decir "No luchen" a los profesores. Ahora, si tú me preguntas: "Paulo, ¿tienes alguna sugerencia concreta?". Yo te digo: "No, no la tengo". Lo que tengo es la certeza de que no es posible el fatalismo.

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